Comunicarse
es una necesidad y hacerlo bien garantiza que el mensaje a comunicar sea
entendido rápidamente y de manera exacta. Las formas de comunicación entre
humanos sigue siendo tema de investigación y a grandes rasgos solo hay dos, la verbal y no verbal que se subdividen
en oral, escrita, quinésica, prosémica, paralingüística y simbólica.
En
la mayoría de formas de comunicación el emisor y el receptor están en alguna
forma de contacto, ya sea con el tono de la voz, los gestos y demás, que dan al
mensaje la precisión necesaria para ser entendido correctamente.
Por
otra parte en la comunicación escrita o simbólica el que emite y el que recibe no
están cercanos; lo único es transito es la idea – de ahí que los de la publicidad
cobren tanto- de verdad resulta difícil dar un mensaje o idea solo con símbolos,
y aunque se puede hacer la palabra escrita (Uso
de símbolos simples asociados a sonidos) es más exacta y estática pero
tiene un problema fundamental: requiere de un código, un código para que el
receptor entienda lo que el emisor le codifica con palabras, y ese código se
llama ORTOGRAFIA, que no es más que una convención hecha con más símbolos que
representan pausas, finales parciales, separación de ideas, resaltadores entre
otros que logran que el receptor
entienda el mensaje tal cual lo emiten.
Es que
se hace tan importante la ortografía y lo ha sido desde que empezamos a
comunicarnos de forma escrita que en la época medieval se le atribuían los
abusos de la ortografía a un demonio llamado Titivillus encargado de
hacer que los escribas cometieran errores de ortografía al transcribir la
palabra.
En
la actualidad, donde la burocracia en las instituciones ha impuesto que el ciudadano y las mismas se
expresen de forma escrita entré si para dejar constancia de lo expresado
machacando el viejo dicho: “Lo escrito,
escrito está”, deja como
requisito saber redactar textos con una calidad ortográfica superior para que
no hayan mal entendidos del tipo: -No, espere ó -No espere, -No queremos saber ó -No, queremos saber, -¡No
tenga clemencia! ó -¡No, tenga clemencia!. Y otras
situaciones donde la ortografía y sus reglas nos salvarían o condenarían a
cualquiera.
Concluyendo
un poco, parece que la tecnología tiene culpa de que pocos hagan textos de
forma escrita, ¿Para qué mandar un carta si con una llamada expresamos lo que
queremos decir?... y es cierto, es más, con fotos se dicen muchas cosas, y no
hay necesidad de decir -Estoy contento,
solo bastará mandar una foto sonriendo y listo, la receptor entenderá el
mensaje: situación que podría ser una muestra de cómo evolucionan nuestras
formas de comunicación, donde la palabra escrita va perdiendo intensidad o también
podría ser una advertencia por ir perdiendo los hábitos de escritura. Aún no lo
sabemos pero lo que si tenemos claro es que solo en trabajos académicos y en
las redes sociales usamos está forma de comunicación… y aunque en las redes
sociales abunda la comunicación escrita parece que este terreno se lo tomo por
asalto Titivillus.
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